EL RUIDO URBANO VUELVE MÁS AGRESIVAS A LAS AVES

Una investigación publicada en la revista ‘Behavioral Ecology and Sociobiology’ ha concluido que la contaminación acústica generada por el ser humano provoca que las aves se vuelvan más agresivas.

La investigación, recogida en este artículo de La Opinión de Málaga, refleja que “la actividad humana tiene un efecto enorme en la vida silvestre, incluso en su comportamiento social”.

Modo de estudio

Los petirrojos, especie estudiada en esta investigación, son animales muy territoriales. Los científicos estudiaron las agresiones hacia intrusos utilizando un modelo 3D de esa especie y acompañándolo con grabaciones de cantos, a la vez que se agregaba en algunos casos ruido de tráfico adicional a través de un altavoz cercano.

Al registrar el comportamiento de las aves durante las interacciones con el intruso simulado, sin ruido humano añadido al ambiental, los investigadores descubrieron que los petirrojos urbanos protagonizan más agresiones físicas que los rurales.

Sin embargo, los petirrojos rurales se volvieron mucho más agresivos con la adición del ruido del tráfico. Los científicos creen que las demostraciones físicas de territorialidad aumentan porque el ruido del tráfico interfiere con el comportamiento de señalización de los petirrojos mediante el canto.

“Las señales son extremadamente útiles porque pueden disuadir a un intruso sin una pelea que puede ser costosa tanto para el dueño del territorio como para el intruso, pero si el intruso no puede escuchar los cantos, los petirrojos pueden tener que recurrir a la agresión física”, señala la co autora principal de la investigación Çağla Önsal.

Esta agresividad es doblemente peligrosa, porque con sus demostraciones agresivas los pájaros no solo corren riesgo de lesionarse, sino que también pueden llamar la atención sobre los depredadores. Los investigadores apuntan que una posible solución a este problema es modificar el esfuerzo de señalización del tráfico a una modalidad menos ruidosa; por ejemplo, la visual.

En invierno el petirrojo resulta muy común en toda la península Ibérica, Ceuta, Baleares y Canarias, pero evita las montañas, sobre todo en la mitad norte. En primavera se invierte el patrón.

La población europea se estima entre 40 y 160 millones de parejas reproductoras. En España se calcula la existencia de 1,2 a 3 millones de parejas.

Los investigadores apuntan que una posible solución es modificar la señalización del tráfico a una modalidad menos ruidosa, como la visual

  

Redacción Marbella

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